Y el Catenaccio del Inter pudo más que el Jogo Bonito del Barcelona, que hace un tiempo viene dejando de ser tal. La expulsión de Motta en la primera parte fue clave para que los Tanos defendieran aún más cerca del arco de Julio Cesar. El Barsa no tuvo poder de gol, aunque Piqué se vistió de Messi y logró descontar, pero no hubo tiempo para más.
Se puede decir que el Inter no pasó la mitad de la cancha en el segundo tiempo, pero cuántos equipos pueden darse el lujo de controlar al equipo de Messi con uno menos. Por eso, cuando más intentaba el conjunto Culé, menos podía crear por el gran esquema defensivo de Mourinho. Y a pesar de ser once contra diez, parecía ser el Inter quien tenía superioridad numérica.
El gol de Piqué a cinco del final encendió una lucecita de esperanza, la misma que los jugadores del Neroazzuro se encargaron de apagar a puro despeje y sin vacilar en defensa. La clave estuvo en la ventaja de la ida, a partir de ahí, el portugués que conduce al Inter pudo manejar la llave y explotar la mejor manera de jugar de sus jugadores: compacto en el terreno de juego, esperando el error del rival y explotando la efectividad de sus temibles delanteros, parecido a lo que llevó a Italia a ser campeón del mundo en 2006.
Quizá, la conclusión del reinado futbolístico del Barsa, en su punto más bajo de juego, se deba a que no tuvo la fiereza que le aportaba Eto´o (hoy en el Inter) y si la frialdad de Ibrahimovic, fichaje estrella de la temporada. Messi volvió a verse envuelto en la telaraña defensiva que tuvo puntos altísimos en Samuel, Cambiasso y Zanetti. Esta vez, Diego Milito fue actor de reparto, haciendo el trabajo sucio, y su hermano salió en el entretiempo por Maxwell.
Así, luego de tratar en eternas oportunidades, el Inter logró llegar de la mejor manera, bajando al mejor equipo del momento, luego de 68 años. Mucho tuvieron que ver los argentinos para llegar al choque contra el Bayern Munich en el Bernabeú.Olé