“Nunca quise ser el que camina por la alfombra roja. La fama puede volarte la cabeza”, aclara, con los pies sobre la tierra. "Es contradictorio porque este laburo viene con eso. Pero si sólo laburás por el flash, estás muerto. ¿Viste que hay gente que va a un lugar para pertenecer? Yo no. Disfruto lo simple. Soy lo más básico y sencillo. Disfruto de tomar mate con mis seres queridos o de dormir. El secreto está en lo básico, no en escalar el Himalaya", agrega.
La avidez de algunas personas por la fama parece ser un tema que lo obsesiona.
"Lo que va a pasar dentro de diez años va a ser peor. La tecnología potenció eso. Antes para sacarte una foto y mostrala al vecino tenías que poner el rollo, revelarla y tres meses después la mostrabas... Ahora en un segundo subís tu foto a la red. Y antes para hacer una nota necesitabamos todo un despligue. Ahora con una camarita mínima hacemos notas y te hacemos decir lo que queremos", reflexiona.
Pasado el teimpo, ¿cómo define a Infama? "Es una ironía al medio por la grandilocuencia con que se vende todo. El escándalo en mi programa pasa más a ser show que golpe bajo. Cuando tuvimos que elegir el look del programa encontramos esa resignificación de esa época de oro: de un Soldán o un Leonardo Simmons. O el look de Las Vegas: cintos brillosos, trajes entallados. Pero eso es solo para la televisión. Yo no me visto así".
“En la TV hay que ganar por knock out. La fama es más peligrosa que cualquier droga”, asegura. “No hay que ser hipócritas. Todos llevamos dentro un voyeur. Cuando tenés que entrar al barro, tenés que entrar. En el fondo todos somos patéticos.
Hasta la gente que se cree brillante. Y los brillantes no están en la tele".